jueves, 28 de marzo de 2013

Y después qué, qué me queda...


Es un camino, que queda redimido, a pasos que quedan como cicatrices en la piel. Marcas de años de guerras, hasta que las armaduras se mellan. Las vendas son casi tu segunda piel, mientras, los pies son autómatas de la acción sin parar, del verbo caminar...que a pesar de llegar, tengas que seguir porque nunca fue el final. La realidad, es, que la meta siempre está más allá de lo que puedas llegar. En el silencio, en el agotamiento, en las marcas del tiempo en tu rostro cansado, No me quedan fuerzas… para levantar… y sin embargo estoy de pie, ante un mundo donde todo lo que a mi alrededor está, se oscurece. Quiero gritar, sin embargo, mis pies comienzan a caminar… sin parar. 
A pesar de las lágrimas, y el dolor, que apenas puedes soportar.
Siempre hay otro sendero, otro repecho, que salvar entre curvas del camino, 
no me queda otra que sentarme a descansar, 
descalzarme y curar las ampollas que el camino deja en estos pies cansados, en un corazón recosido, en un rostro envejecido por las adversidades. Tomar aire y reflexionar, fijar la vista en un punto fijo del horizonte, y pensar si será ese punto el final del camino, de este camino andado... Y por fin poder descansar, dar sosiego a esta triste alma sedienta y solitaria...