martes, 11 de octubre de 2011

A lo Humphey Bogart !!




En esta noche oscura y aciaga, amenaza tormenta, el frío cala mis huesos, entro en el último garito habierto, buscando un trago que me reconforte.
Dejo la gabardina colgada en el perchero, la penumbra del bar me acompaña hacia la barra, una tenuez luz ilumina mi rostro, agarro el ala de mi sombrero para librarme de esa luz que me pega en los ojos y evirtar mi ceguera.
Enciendo un cigarrillo, aflojo el nudo de la corbata, acaricio mi barba de tres días, sopesando que pedir,  perdido en mis cavilaciones, cuando un rostro sombrio detrás de la barra me habla, "que va ser", sacandome de mi cavilaciones...
Me vuelvo a raspar con la mano la barba,
-"double whiskey"-
Vuelvo a sacar otro cigarrillo mientras pido fuego al camarero, dejando una caja de cerillas en la barra junto al sucio vaso de whisky.
Enciendo el cigarrillo y entre el humo de las cerillas veo al fondo de la barra a una dama , bebiendo en cilencio con la mirada perdida e incierta. Decido ocultarla entre una espesa cortina de humo, ese humo denso que sale de mis labios filtrandose en el hambiente del bar, en una esquina del bar un tipo entona un triste blues en un viejo piano.
Pego un trago al whisky sintiendolo bajar por mi garganta a ritmo de ese maldito blues, otra calada y el hambiente se vuelve a cargar de humo. El amor es algo barato como este mal whisky,
un sentimiento gratuito cuyo precio a veces resulta demasiado caro.
 Me enamoré un día y aún estoy pagando mi deuda. Una deuda que no consigo ahogar en alcohol, el resultado simplemente es el acartonamiento del corazón y un escozor en el bolsillo. El piano sigue sonando y yo me siento simplificado como el amor , porque el amor nos simplifica a un sólo ser, una sola persona y las simplificaciones siempre tienden a eliminar algún factor del entramado numérico de sentimiento.
-"Hey waiter, another double whiskey please,
and pianist what you're drinking"...
El alcohol de esta noche cambia la perspectiva del momento. Me siento animado y seguro de mi mismo. La dama sigue bebiendo al fondo, el piano suena, la noche avanza.
  ¿No es acaso la noche un escenario donde danzan las almas errantes?
 Y la vida, la vida es una senda rectilínea marcada por el motor del tiempo, un tiempo que atropella y aparta del arcén los cadáveres de su avance para incrustarlos en la memoria de los demás pasajeros. Eso es la vida.
Decido acercarme a la dama ofreciéndole un cigarro. Me embarga su olor, una esencia limpia y perfumada, demasiado limpia para mi gusto, pero agradable ante el hastío del momento. Me sonríe y acepta el cigarro. Fuma con esa manera que tienen de fumar las mujeres cuando quieren resultar sensuales, atrapando el humo con los labios, succionándolo para luego arrojarlo a los techos de las cantinas.  La colilla queda impregnada de carmín y el ambiente cargado de humo. No me apetece hablar, tampoco reír, me limito a sentarme a su lado e imaginarme que ambos somos amantes, ella sigue mi juego. La invito a otra copa, a otro cigarro, ninguno hemos sobrepasado los limites de este extraño juego. Ni una palabra, sólo sexo imaginario, un amor efímero,un deseo entre miradas, un sabor fuerte en el paladar, como el whisky. Hasta que ella se aburre y abandona. Se marcha por la puerta dejando una colilla con carmín en el cenicero,  un contoneo de caderas perdiéndose en la noche, bajo el sonido de sus tacones alejandose entre la penumbra del garito.
Vuelvo a estar solo. Termino el cigarro, pago la cuenta, apuro el culo del vaso, le doy cinco pavos al tipo del piano y salgo del bar. Vuelvo a encender otro cigarro y sigo caminando hasta que me pierdo en la niebla del puerto.